jueves, 21 de noviembre de 2013

Soy un árbol

Nuestra vida es como la de un árbol y no cualquier árbol sino uno que da frutos. Cuando se vive sin Cristo nuestras hojas se marchitan y el tallo al igual que las raíces se secan, sólo somos tierra seca sin ninguna otra función que no sea ensuciar. Ahora, cuando Jesús viene a tu vida, te implanta una semilla de promesas y esperanza. La tierra árida se vuelve tierra fértil y buena, lugar donde la semilla de la Vida es sembrada. Luego el agua (Juan 7:37-39) hace que crezcamos y comencemos a echar raíces. Comenzamos con todo tipo de circunstancia que hacen que mientras más pruebas y dificultades, nuestras raíces carezcan más y más hacia abajo. Siempre es bueno echar raíces y sobre todo que sean profundas. Mucha gente se molesta cuando viene éste tiempo pero luego, cuando su tallo crece y se convierte en todo un árbol lleno de frutos, agradecen demasíado ése tiempo en el cual hubo dolores porque toda semilla muere antes de echar raíces. Asi somos nosotros, morimos al deseo de éste mundo que sólo nos lleva a la muerte. Morimos para vivir, sacrificando cosas para poder llegar alto y dar un fruto sabroso.

"El justo florecerá como la palmera"; las palmeras tienen la particularidad de tener raíces tan profundas que pueden llegar a los cincuenta metros. Si somos como la palmera, ni los vientos más fuertes, ni la tempestad más grande pueden destruirnos porque en nuestra etapa de "sufrimiento" nuestras raíces se profundizaron de tal manera que lo alto que somos de la tierra hacia arriba, así también lo somos de la tierra hacia abajo. Nunca debemos enojarnos por los parciales de la vida, simplemente te están preparando para el exámen final. Son necesarios y obligatorios. Persona que no echa raíces, persona que no dura ni en segundo en la adversidad.

Uno de los significados de fruto es "producto de la tierra o del mar, especialmente el que sirve para alimentar a las personas o los animales"; además de esto, liberan semillas. Nosotros caminamos como árboles que caminan (Marcos 8:24 (TLA) : El ciego respondió: —Veo gente, pero parecen árboles que caminan.) cuando alguien se acerca a nosotros, toma un fruto nuestro y lo prueba. Si no es agradable, usted está podrido. La única forma de poder de dar buenos frutos es matando a los gusanos que nos pudren. Esos gusanos pueden ser cualquier pecado, oculto o no. La única forma de matarlos y dejar que no se coman nuestros frutos es con Jesús, la fuente de agua viva que nos dio vida, tiene también el insecticida perfecto para combatirlos: la santidad. Hay que permanecer en la huerta del Señor, allí nada puede arruinar tu fruto ni mucho menos un hombre talarte. Por eso Jesús dijo:

»Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Él corta de mí toda rama que no produce fruto y poda las ramas que sí dan fruto, para que den aún más. Ustedes ya han sido podados y purificados por el mensaje que les di. Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí. »Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada. El que no permanece en mí es desechado como rama inútil y se seca. Todas esas ramas se juntan en un montón para quemarlas en el fuego. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedido! Cuando producen mucho fruto, demuestran que son mis verdaderos discípulos. Eso le da mucha gloria a mi Padre.
Juan 15:1-8 (NTV)

Seamos gente de raíces profundas y que lleva fruto agradable. Con Jesús podemos dar vida porque una característica del árbol es que toma el dióxido de carbono, que los seres humanos exhalamos en la respiración, y lo inhala para exhalar oxígeno. Sin oxígeno la gente muere, sin tu exhalación la gente muere. Sin tus palabras de vida que Jesús te dio, la gente muere. Sin tu fruto, la semilla de Vida no es implantada en sus vidas y siguen siendo gente que solo sirve para ensuciar. ¡Vamos a sembrar las mejores semillas y devolver vida a los muertos!.

Qué alegría para los que no siguen el consejo de malos, ni andan con pecadores, ni se juntan con burlones; sino que se deleitan en la ley del Señor meditando en ella día y noche. Son como árboles plantados a la orilla de un río, que siempre dan fruto en su tiempo. Sus hojas nunca se marchitan, y prosperan en todo lo que hacen.
Salmos 1:1-3 (NTV)

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